martes, 22 de abril de 2014

Sobre el rechazo editorial



A raíz de la reseña de la novela “El asesino de Pitágoras” que hice para el blog ¡A los libros! me he visto inmerso en varios debates sobre los parámetros que rigen el mundillo editorial y las decisiones tomadas por editores que, en ocasiones, apenas merecen llamarse así.
        Cada vez es más frecuente oír hablar de escritores que tras ver rechazado su manuscrito por docenas de editoriales deciden autopublicarse y consiguen un suculento volumen de ventas, llamando, esta vez sí, la atención de los grandes grupos editoriales. Véanse los casos de Amanda Hocking o John Locke, que vendió más de un millón de copias de su libro en Amazon, o de los españoles Bruno Nievas, Eloy Moreno o Fernando Gamboa, entre otros.

En esta tesitura surgen una serie de cuestiones imposibles de pasar por alto: ¿Qué llevó a todos esos editores a rechazar aquellos manuscritos? ¿De verdad ninguno supo ver el potencial de esas obras? ¿Alguno habrá sido despedido o habrá presentado su dimisión por dejar pasar semejantes oportunidades de negocio?
Cuando uno comienza a acumular cartas de rechazo, como es mi caso, resulta inevitable preguntarse si esas negativas se deben a motivos fundados o responden a otro tipo de criterio que poco tiene que ver con lo literario. Son muy pocos los editores que argumentan los motivos por los que rechazan un manuscrito (la mayoría directamente ni contestan). Algunos han confesado que no leen absolutamente nada que no les venga recomendado por un agente editorial, por otro escritor o, directamente, por un amigo.

Muchos culpan del declive de la industria editorial a la piratería, a la autoedición o a la irrupción del formato electrónico, pero hay mucho más. Ninguno de esos factores justifica que muchos buenos escritores se vean obligados a recurrir a la autoedición, o que obras de pésima calidad sean publicadas al amparo de grandes grupos editoriales.
Personalmente, empiezo a pensar que parte de culpa de lo que está pasando la tienen muchos editores que, desde hace años, no han sabido o no han querido hacer su trabajo. Tal vez deberían dejar de echarse las culpas unos a otros y empezar a hacer las cosas bien. No debemos olvidar que todos los grandes escritores han sido, en algún momento de su vida, novatos.

jueves, 10 de abril de 2014

Criminales de provincias... y una confesión



Hasta hace poco resultaba habitual que los escritores de novela negra ambientaran sus tramas en ciudades como Barcelona, Nueva York o Los Ángeles, lugares coloridos y cinematográficos, grandes urbes en las que resulta fácil perderse y donde la persecución de un asesino en serie, por ejemplo, puede llegar a complicarse hasta límites insospechados. Sin embargo, las cosas están cambiando.
Un vistazo a las noticias demuestra que el mal, en su forma más humana y cruel, ha dejado de ser patrimonio exclusivo de las grandes ciudades (No voy a citar ninguno de los casos más conocidos por respeto a los familiares de las víctimas, pero ya podéis adivinar a qué me refiero). Este fenómeno no ha tardado en calar en la producción literaria de este país, y varios autores se han atrevido a dar forma a los crímenes más escabrosos y a las intrigas más oscuras en los lugares más insospechados.
 DoloresRedondo, por ejemplo, ambienta su trilogía de novela negra en el Valle delBaztán, Navarra. Un escenario idílico, cuna de innumerables tradiciones y fábulas, que nadie habría pensado que se podría convertir en el escenario de la serie de crímenes atroces que narra en sus novelas. El resultado es magnífico y, sobre todo, original.
Lo mismo debió pensar Esteban Navarro al situar a los protagonistas de su novela La noche de los peones en el turno de noche de una comisaría de Huesca. O el incombustible César Pérez Gellida, quien comienza y finaliza su trilogía Versos,canciones y trocitos de carne nada menos que en Valladolid. ¿Cómo se habrán tomado sus paisanos que les meta un psicópata en casa?
Hay que tener mucho oficio para ser capaz de tomar una ciudad pequeña y dotarla de la verosimilitud necesaria para que resulte un escenario creíble en el que mover a los personajes. Algo que ya hizo el propio Lorenzo Silva en su novela El lejano país de los estanques, que narra la investigación del asesinato de una mujer en una pequeña urbanización de Mallorca.

Dicho lo cual, toca hacer una confesión: 

Tras ambientar mis dos primeras novelas en Granada he decidido cambiar de aires, y la novela policiaca que publicaré con Quorum Editores a final de año tendrá como escenario la ciudad de… Cádiz.
Escribir sobre una ciudad que me suscita tantos sentimientos es un desafío, pero espero que el resultado final esté a la altura de lo que merece. Más adelante podré contaros algo más sobre el argumento, en cuanto tengamos título definitivo y comencemos a diseñar las portadas.
Paso a paso se hace el camino…