viernes, 22 de marzo de 2013

Presentación de "Polvo en los labios", de Montero Glez.



El pasado miércoles tuvo lugar en la Biblioteca Provincial de Cádiz un encuentro con el escritor madrileño Montero Glez., con motivo de la presentación de su recopilación de relatos Polvo en los labios, publicada por la editorial Lengua de Trapo. El encuentro, organizado por el Centro Andaluz de las Letras con motivo del ciclo “Andalucía Negra”, fue presentado por el escritor Oscar Lobato, cuyo afilado sentido del humor fue el complemento perfecto para el encuentro con alguien con un caracter tan políticamente incorrecto como Montero Glez.
El encuentro comenzó con la narración por parte del autor de cómo coincidió en cierta ocasión con el famoso trompetista Chet Baker en Madrid, y la aventura que vivieron juntos a la búsqueda de un camello que quisiera suministrarle droga en una ciudad que no conocía. ¿Cómo iba a empezar si no un encuentro con este polémico autor? Entre el nutrido público que asistió a la presentación había numerosos incondicionales de Montero Glez. a los que no sorprendió en absoluto esta pequeña muestra del estilo oscuro y ácido que rezuman sus novelas y relatos.
El autor se confesó un apasionado del jazz y del flamenco, fuentes de inspiración de toda su obra. Para él, el flamenco es la muestra más castiza y pura del folklore andaluz, un estilo que ha conseguido evolucionar y adaptarse al paso del tiempo. Para muestra su novela Pistola y Cuchillo (ed. El Aleph), en la que resucita a Camarón de la Isla y nos permite acompañarle por los recovecos de la Venta Vargas a ritmo de martinetes y bulerías.
Cuando Oscar Lobato le preguntó sobre su predilección por la novela negra, Montero afirmó que la relación del hombre con la propiedad es el tema principal de toda su producción literaria. Se trata de la raíz del género negro, y afirma que él siempre ha estado de parte del que no tiene nada, del que incumple la ley. «En este sentido Lorenzo Silva, por ejemplo, juega con ventaja», apunta el autor con picardía, «ya que sus guardias civiles están de parte de la ley, por eso todo el mundo los quiere». Parafraseando a Joseph Conrad, defiende que «sólo puedes crear literatura cuando tu corazón se envuelve en tinieblas».
Para finalizar, cuando le preguntan por sus próximos proyectos, Montero Glez. no duda en afirmar que quiere desbancar a Ken Follett. Entre bromas y risas finaliza este encuentro con un autor que desconocía y que, lo confieso, me ha dejado profundamente intrigado. En mi estantería me espera su primera novela, Sed de Champan, que leeré con mucho cariño en cuanto tenga ocasión, a la espera de que refrende la magnífica impresión que me ha causado conocerle.
Para saber más sobre Montero Glez., podéis leer aquí la fantástica y extensa entrevista que el periodista Daniel Heredia publicó hace unos días en su blog. En ella se puede apreciar el carácter fresco y canalla de este autor, considerado por muchos como un escritor de culto.

viernes, 15 de marzo de 2013

Mentes criminales



Mis primeros pasos como lector de novela policiaca los di, como tantos otros, de la mano de la serie de novelas de Agata Christie. Títulos como Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo, Diez negritos… se convirtieron en mis libros de cabecera. Poco después mis gustos se fueron ampliando, pero nunca pude borrar la huella que estas obras me dejaron.
En cierta ocasión leí una entrevista  en la que esta autora decía que siempre andaba buscando nuevas maneras de matar, e investigando cada nuevo veneno que aparecía en el mercado. En cierto modo, los escritores de novela policiaca siempre andan buscando el crimen perfecto, el homicidio que a la manera de un rompecabezas está formado por miles de pequeñas piezas que sólo pueden encajar de una manera concreta. Un auténtico desafío para el detective avezado.
 La contemporaneidad complica mucho este asunto. Resulta tentador ambientar una novela policiaca en los felices años ochenta o noventa, cuando no había teléfonos móviles, internet o técnicas de investigación tan sofisticadas como las de ahora. Es entrañable imaginar a un detective de gabardina, lupa y juego de ganzúas, antes que vestido de sport, con whatssap e internet en el móvil. Antes todo era más fácil.
Por mi parte, admiro la capacidad de ciertos autores de aprovechar las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio de sus novelas, haciendo un derroche de imaginación y adelantándose a lo que pronto será la norma. Imaginar crímenes es cada vez más difícil, y los lectores son cada vez más exigentes. El asesino ha resultado ser el mayordomo demasiadas veces, eso ya no vale.
 

martes, 12 de marzo de 2013

El auge de la novela negra



Si bien siempre he repudiado las modas en el mundo del libro (ya sea en forma de vampiros, templarios o cuarentonas subiditas de tono), creo que el fenómeno de la novela negra es demasiado intenso y racional como para definirlo como una simple moda. En el género negro, la frontera entre el bien y el mal aparece bastante difuminada, y los protagonistas suelen caminar por la angosta línea que separa ambos términos haciendo dudar de sus convicciones incluso al propio lector.

Entre los factores que han favorecido el auge de la novela negra, a mi juicio, el más importante es la crisis que nos está tocando vivir. Malversación de fondos, recalificación de terrenos, corrupción, injusticia… Son palabras que forman parte de nuestras vidas, acompañándonos cada sobremesa a poco que escuchemos los titulares de cualquier telediario (yo prefiero ahorrármelos, la verdad). Nos guste o no, convivimos con unos bellacos que además ostentan una posición de poder y se limitan a hacer y deshacer mientras los que estamos abajo no podemos hacer otra cosa que protestar, y a veces ni eso.
En un ambiente tan turbio y desolador, es inevitable que los escritores reflejen esta frustrante realidad en sus escritos, de la misma manera que los lectores buscan novelas en los que puedan reconocer el mundo que les rodea. Conviene recordar que el nacimiento del género negro se remonta a la importante crisis que sacudió a los Estados Unidos durante los años veinte, por lo que tal vez estemos asistiendo a una nueva época dorada de la novela policiaca.