Cuando recibí la ansiada carta de la editorial Entrelineas, me volví loco de alegría. Les llamé enseguida para concertar una entrevista en Madrid, y poco a poco mi sueño fue tomando forma. Ni que decir tiene que yo vivía en Granada con un sueldo modesto, por lo que tuve que hacer el viaje a Madrid en el autobus nocturno, ya que no podía permitirme pagar una noche de hotel.
Llegué a la Gran Vía, pedí un café de Starbucks y recorrí el centro de Madrid con la ilusión de quien comienza una vida nueva. La sede de la editorial estaba en pleno centro, por lo que fui paseando, recreandome en cada detalle y sintiéndome mas nervioso a cada paso que daba. Cuando pasé frente al escaparate de la Casa del Libro, me sentí muy afortunado, como si ya hubiera pasado a formar parte de la élite de escritores cuyas novelas pueblan sus estantes. ¡Qué inocente era!
La sede de Entrelineas estaba en un segundo piso, y constaba de un par de habitaciones y poco más, en las que se apiñaban multitud de manuscritos y estanterías con libros. Estreché la mano de mis primeros editores y nos sentamos a charlar sobre mi libro, y sobre la mejor manera de publicarlo. Fue en ese momento cuando me sentí de verdad escritor.
Luego llegaron los plazos incumplidos, las discusiones telefónicas, la demora injustificada en el diseño y en las galeradas... y por si todo fuera poco, cuando tuve el primer ejemplar en mis manos, me horroricé al descubrir que estaba plagado de faltas de ortografía, a pesar de que me dijeron que contaban con un departamento de corrección ortográfica y de estilo.
Sin embargo, no voy a entrar a descalificar a nadie ni a lamentarme por nada. Si quereis escuchar historias sobre esta editorial, tan solo teneis que poner su nombre en Google, y obtendreis amplia información acerca de personas que han sido estafadas, que los han llevado a juicio, etc... En fin, yo cumplí mi objetivo: publicar mi primera novela. Mi libro está en la calle, compartiendo estantería con los grandes. No vale la pena lamentarse por los errores del pasado, lo realmente importante es coger aire y procurar no volver a repetir estos errores en el futuro.
Llegué a la Gran Vía, pedí un café de Starbucks y recorrí el centro de Madrid con la ilusión de quien comienza una vida nueva. La sede de la editorial estaba en pleno centro, por lo que fui paseando, recreandome en cada detalle y sintiéndome mas nervioso a cada paso que daba. Cuando pasé frente al escaparate de la Casa del Libro, me sentí muy afortunado, como si ya hubiera pasado a formar parte de la élite de escritores cuyas novelas pueblan sus estantes. ¡Qué inocente era!
La sede de Entrelineas estaba en un segundo piso, y constaba de un par de habitaciones y poco más, en las que se apiñaban multitud de manuscritos y estanterías con libros. Estreché la mano de mis primeros editores y nos sentamos a charlar sobre mi libro, y sobre la mejor manera de publicarlo. Fue en ese momento cuando me sentí de verdad escritor.
Luego llegaron los plazos incumplidos, las discusiones telefónicas, la demora injustificada en el diseño y en las galeradas... y por si todo fuera poco, cuando tuve el primer ejemplar en mis manos, me horroricé al descubrir que estaba plagado de faltas de ortografía, a pesar de que me dijeron que contaban con un departamento de corrección ortográfica y de estilo.
Sin embargo, no voy a entrar a descalificar a nadie ni a lamentarme por nada. Si quereis escuchar historias sobre esta editorial, tan solo teneis que poner su nombre en Google, y obtendreis amplia información acerca de personas que han sido estafadas, que los han llevado a juicio, etc... En fin, yo cumplí mi objetivo: publicar mi primera novela. Mi libro está en la calle, compartiendo estantería con los grandes. No vale la pena lamentarse por los errores del pasado, lo realmente importante es coger aire y procurar no volver a repetir estos errores en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario