Debo confesar que cuando
cayó en mis manos Dies Irae, la segunda parte de la novela Memento mori, estaba
algo asustado porque no cumpliera las expectativas generadas por su
predecesora. Cesar Pérez Gellida puso el listón muy alto con su primera novela,
algo que puede pasar factura incluso a los más grandes de este oficio pero,
tras un par de capítulos, pude comprobar que no tenía nada que temer.
Pérez Gellida aprovecha
esta segunda novela para desplegar todo su arsenal de destrezas narrativas. El
reencuentro con los personajes que ya aparecieron en Memento mori se produce de
forma muy natural, tanto que se podría comparar a un reencuentro con viejos
amigos, y las sorpresas se van sucediendo a lo largo de la novela reservando,
como todo buen narrador, lo mejor para el final. El resultado es una historia que
no decae en ningún momento, que atrapa desde las primeras páginas y consigue
mantener el ritmo capítulo tras capítulo, con la dificultad que eso conlleva.
A lo largo de la novela,
Cesar disecciona algo tan delicado como fue el conflicto de Los Balcanes,
desnudando sin pudor la “cara B” de la guerra, todo eso que no muestran los
telediarios y que apenas trasciende a los medios de comunicación. Al sumergirse en la novela, el lector puede evocar sin mucho esfuerzo aquella guerra
televisada a la que asistimos como telespectadores durante la década de los
noventa, y cuyas consecuencias todavía no han terminado de disiparse, como los
rescoldos de una hoguera mal apagada.
En definitiva, si Memento
mori fue magnífica, Dies Irae sólo puede calificarse de brillante.
Bravo por el autor.
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