lunes, 14 de octubre de 2013

Las segundas partes nunca fueron TAN buenas



Debo confesar que cuando cayó en mis manos Dies Irae, la segunda parte de la novela Memento mori, estaba algo asustado porque no cumpliera las expectativas generadas por su predecesora. Cesar Pérez Gellida puso el listón muy alto con su primera novela, algo que puede pasar factura incluso a los más grandes de este oficio pero, tras un par de capítulos, pude comprobar que no tenía nada que temer.
Pérez Gellida aprovecha esta segunda novela para desplegar todo su arsenal de destrezas narrativas. El reencuentro con los personajes que ya aparecieron en Memento mori se produce de forma muy natural, tanto que se podría comparar a un reencuentro con viejos amigos, y las sorpresas se van sucediendo a lo largo de la novela reservando, como todo buen narrador, lo mejor para el final. El resultado es una historia que no decae en ningún momento, que atrapa desde las primeras páginas y consigue mantener el ritmo capítulo tras capítulo, con la dificultad que eso conlleva.
A lo largo de la novela, Cesar disecciona algo tan delicado como fue el conflicto de Los Balcanes, desnudando sin pudor la “cara B” de la guerra, todo eso que no muestran los telediarios y que apenas trasciende a los medios de comunicación. Al sumergirse en la novela, el lector puede evocar sin mucho esfuerzo aquella guerra televisada a la que asistimos como telespectadores durante la década de los noventa, y cuyas consecuencias todavía no han terminado de disiparse, como los rescoldos de una hoguera mal apagada.
En definitiva, si Memento mori fue magnífica, Dies Irae sólo puede calificarse de brillante.
Bravo por el autor.

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